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Risco Caído, paisaje cultural

Las cumbres de Gran Canaria atesoran parajes naturales que optan a ser Patrimonio Mundial

 

Texto y Fotos. F.G.

 

A tan sólo cuarenta minutos en avión y de otros tantos o un poco más en coche podemos encontrarnos en un paraíso natural. Aquí el verde de los pinos, salpicado de variadas plantas y coloridas flores, y el cantar de los pájaros nos trasladan a una paz soñada para el descanso y la relajación. Que vienen estupendamente después de una buena caminata por los numerosos senderos o pistas forestales que la zona que ahora vamos a descubrir brinda al viajero. Hablamos de un lugar donde los pequeños pueblos parecen petrificados en el tiempo, tal y como los describiera en su día Unamuno.

 

 

Entre almendros y huertas de bancales colgadas en los riscos emergen los pueblos más altos de Gran Canaria, Artenara y Tejeda. Artenara (1.230 habitantes) es un balcón con amplias panorámicas a la caldera de Tejeda. Cumbre de la naturaleza y del senderismo, desde el centro del pueblo salen varias rutas para adentrase en grandes bosques de pinos. Además de un bonito paseo por sus calles, el pueblo ofrece al visitante la posibilidad de conocer cómo se vive en una casa cueva, tan abundantes en la zona, a través de su Museo Etnográfico, o visitar el santuario de la Virgen de la Cuevita, después de tomar algunas fotografías desde el mirador dedicado a Miguel de Unamuno.

 

 

Con vistas privilegiadas a Roque Nublo, Tejeda (2.133 habitantes) está considerado “uno de los pueblos más bonitos de España”. Y lo es. Sus preciosas casas, plazas y jardines con vistas que calman el alma avalan este reconocimiento. Aunque Artenara es el pueblo más alto, Tejeda lo es en cuanto a municipio y en él se erigen los hitos geológicos más importantes de la isla: Roque Nublo, Roque Bentayga y la Caldera de Tejeda.

 

 

Ambos pueblos pertenecen a la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria y cuentan con espacios naturales protegidos, red de senderos, red de miradores, áreas recreativas y un rico patrimonio arqueológico, que puede contemplarse en el Centro de Interpretación del Roque Bentayga, la necrópolis de Artenara, el poblado troglodita de Acusa Seca y otros rincones que integran estos espacios naturales.

 

Santuarios de montaña

 

A este rico y diverso paisaje que atrapa al visitante cuando recorre estos pequeños pueblos de montaña se suma la importancia arqueológica que reúne este mágico lugar. Porque en estos parajes se encuentran algunos de los santuarios de montaña más espectaculares construidos por la antigua población de la isla. Además, de toda una serie de construcciones excavadas y realizadas en lugares casi inaccesibles.

Al conjunto que conforma este paisaje cultural se le conoce como Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña de Gran Canaria y dado el valor arqueológico, etnográfico, natural y paisajístico que conjugan se opta a su declaración de Patrimonio Mundial Cultural y Natural de la Unesco.

 

Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña de Gran Canaria son un conjunto de manifestaciones arqueológicas únicas pertenecientes a una cultura insular que desapareció y luego evolucionó, desde el principio de la Era y en total aislamiento, a partir de las primeras comunidades bereberes hasta el siglo XIV, cuando los marinos del sur de Europa alcanzan estas costas en busca de las nuevas rutas de las especies y del comercio de esclavos.

 

 

Este conjunto paisajístico está integrado por el hábitat troglodita, Barranco Hondo, el santuario de Risco Chapín, el complejo arqueológico de la Sierra del Bentayga, la Mesa de Acusa, y el santuario y marcador astronómico de Risco Caído.

 

Es en el año 1996 cuando se descubre en las montañas de Gran Canaria el almogarén o centro ceremonial de Risco Caído, una obra singular en la evolución de la arquitectura rupestre de la antigua población canaria. Se trata de un singular y excepcional complejo arqueológico de carácter religioso y astronómico que alberga las huellas de los antepasados canarios.

 

Recorrer este paisaje cultural estimula nuestras sensaciones de bienestar y libertad, que pueden aumentar de nivel si encima el día está claro y nos permite contemplar desde allí una vista espectacular del Teide.

 

 

Flora y fauna

 

La biodiversidad vegetal y faunística en estos ecosistemas es muy elevada, resaltando el alto grado de endemicidad de los invertebrados.

 

Una rica vegetación nos acompañará en todos los senderos de la zona, donde junto al pino canario (Pinus canariensis) sobresalen el jarón (Cistus ocreatus), brezos (Erica arborea), fayas (Morella faya) tomillos de pinar (Micromeria pineolens) y helechos (Pteridium aquilinum). También podemos ver el tajinaste negro (Echium onosmifolium), el cóngano (Aeonium simsii) y el tomillo buro (Micromeria benthamii) y muchas especies más.

 

Y entre el olor a campo, a pino, a aire limpio, podemos gozar del canto y del vuelo de numerosas aves que habitan en esta escarpada orografía, donde vuelan y crían a sus anchas rapaces, vencejos, pajaritos como la bisbita, el gorrión, la tarabilla, el herrerillo, la calandria, la perdiz, etc.. Destacan por su belleza el ratonero común (Buteo buteo insularum); por su canto el capirote (Sylvia atricapilla obscura), y por su rareza la lechuza común (Tyto alba alba).

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