La ciudad inacabada
- Por Super Usuario
¿Quién no se ha imaginado vivir en un Arrecife limpio, cómodo para caminar, sin ruido y armónico con el paisaje que le rodea?
F.G/L.M.C.
Arrecife parece haber perdido su batalla por conquistar un espacio en el armónico catálogo de bellas estampas que ofrecen el resto de municipios, donde la impronta de la obra de César Manrique queda resaltada en los colores blanco y verde de sus casas que tan agradable contraste ofrecen frente a los azules del cielo y el mar o los tonos marrones y ocres de los volcanes. En Arrecife si miras al cielo es probable que la vista vuelva al suelo porque más que nubes blancas el paisaje lo inundan grises medianeras atravesadas por amenazantes balcones a medio terminar, edificios sin ocupar, cornisas a punto del desplome, solares sin protección, depósitos de agua al aire y una maraña de cables por desenredar. Si se mira al suelo, se evitará tropezar.
En los últimos años se ha hablado de la necesidad de acabar con la imagen de patito feo, de la novia fea a la que el novio le va haciendo regalitos para ponerla más guapa o viceversa, de enamorarse de la ciudad en la que se vive, de cuidar el entorno que se pisa. Palabras, consignas, propósitos que han caído en saco roto o se los ha llevado el viento. Verbos tan simples como pintar, remozar, enlucir, embellecer, cuidar, adecentar, mantener parecen haber desaparecido del manual de las obligaciones que no se deben descuidar en cualquier ciudad, menos aún si se trata de la capital. “La nueva imagen de Arrecife, plasmada en edificios de corrientes postmodernistas, le dan un aire totalmente diferente al que es propio de esta ciudad. Los años ochenta pasarán a la historia de Arrecife por el caos urbanístico y la pérdida del pasado arquitectónico del Puerto, obteniendo una modernidad que le es ajena”. Así lo describen los autores del libro El Arrecife moderno y contemporáneo, Antonio Montelongo y Marcial Falero, consultable en memoria digital de Lanzarote. ¿Qué hay tres décadas después?
Ordenanzas municipales
Existen ordenanzas municipales que amortiguarían este impacto visual que ofrece Arrecife al visitante, al que trabaja y al que reside en la ciudad, otra cosa es si se aplican correctamente y se mantiene una vigilancia exhaustiva para corregir todas las anomalías estéticas que inundan el paisaje urbano de la capital, desde el Charco de San Ginés hasta Manolo Millares, pasando por la calle Real hasta la Medular, donde es difícil encontrar un rincón que no enturbie la vista, muchas veces también el olfato. Específica de la materia en cuestión es la ordenanza municipal sobre conservación y estado ruinoso de las edificaciones, de 19 de abril de 2002. Su artículo uno recoge que “los propietarios de las edificaciones deberán conservarlas en buen estado de seguridad, salubridad y ornato público”. Para garantizar dicha seguridad, la ordenanza obliga a que “las edificaciones deberán mantenerse en sus cerramientos y cubiertas estancas al paso del agua, contar con protección contra el fuego y tener en buen estado los elementos de protección contra caídas”. “Deberán conservarse, asimismo, los materiales de revestimiento de fachadas, cobertura y cerramiento de modo que no ofrezca riesgo a las personas y a los bienes”. En lo que respecta a salubridad, incluye la obligación de mantener el edificio y sus espacios limpios para evitar la presencia de insectos, roedores y animales vagabundos. Y en cuanto al ornato público, la ordenanza señala explícitamente: “la fachada de las construcciones deberá mantenerse adecentada, mediante la limpieza, pintura, reparación o reposición de sus materiales de revestimiento. Igualmente, deberá en todo momento armonizar con el resto del paisaje urbano que le rodea”. A la pregunta, quién puede pedir que se cumpla esta ordenanza municipal de obligado cumplimiento, la respuesta es: el propio Ayuntamiento de oficio o a instancia de cualquier particular que tenga constancia de tal incumplimiento.
Esta ordenanza es posterior a la celebración del bicentenario de la fundación de la ciudad de Arrecife, conmemorada en 1998. Con tal motivo, desde la Alcaldía se pedía a los vecinos de Arrecife que colaboraran en el embellecimiento de la ciudad para tan especial ocasión. Y se hizo a través de un bando municipal en el que solicitaba a los propietarios de casas terreras y comunidades de vecinos que pintaran las fachadas de los inmuebles, al tiempo que sugería que a partir de esa celebración los vecinos tomaran conciencia de ciertas pautas de comportamiento urbano “en aras a logar un Arrecife embellecido”. El Ayuntamiento de Arrecife cuenta con otra ordenanza municipal sobre condiciones estéticas de la edificación que choca frontalmente con el paisaje de descuido y abandono que ofrecen las edificaciones de la capital. “Las edificaciones deberán estar de acuerdo con el entorno urbano y paisajístico que les rodea garantizando un resultado homogéneo” y deberán construirse “siguiendo la línea arquitectónica de la isla, caracterizándose ésta por su sencillez de líneas”. En este sentido, se detalla que las fachadas deberán ser enfoscadas y pintadas según la carta de colores aprobada para tal fin. Y que las medianeras que pudieran aparecer como consecuencia de un solar en la parcela colindante “serán enfoscadas y pintadas de color blanco”.
Antiestéticas medianeras
Existe una tercera ordenanza municipal específica para la zona centro de Arrecife “para recuperar y mantener en el núcleo original de Arrecife un espacio urbano de calidad”. Un complemento del Plan General de Ordenación Urbana que regula las condiciones estéticas que deben prevalecer en el centro histórico de la capital. Es decir, todo lo que afea a la vista e incómoda en un paseo por Arrecife viene recogido en dicha ordenanza para su corrección, desde los tendidos eléctricos, de telefonía y demás instalaciones por cables, que habría que soterrar, hasta el cerramiento de los solares que se muestran al desnudo en numerosos puntos del centro de la ciudad.
Para las medianeras, esas paredes sin terminar que afean tanto el entorno, dando sensación de abandono y dejadez, se prevé que “las que queden al descubierto de forma permanente” -como las que se aprecian a cada dos pasos-, “deberán tener tratamiento de fachadas, pudiendo recubrirse con murales pintados que se integren en la imagen del edificio”. Para las que sólo queden al aire de forma temporal, “se recubrirán con materiales que garanticen el aislamiento del edificio, y tengan una apariencia digna”.
Otra imagen bien distinta ofrecería la ciudad si se corrigiese, igualmente, la impresión de anarquía que ofrecen las azoteas cubiertas por depósitos de agua en vez de macetas. Según la ordenanza municipal, “los tanques de agua y los casetones de los cuartos de máquinas de los ascensores y antenas para servicios de telecomunicaciones deben quedar convenientemente protegidos y fuera del ángulo de visión desde la calle”.