Mad Max IV y pico
Nos vienen avisando y desde hace tiempo, pero no prestamos atención. Creemos que son sólo películas…, o libros, pero la realidad nuestra de cada día evidencia que tenían vocación profética. En 1979, Mel Gibson y Tina Turner nos mostraban una banda de desarrapados que luchaba en el desierto por el control de un bien, el agua, muy preciado y sobre todo, escaso. Hoy presenciamos cómo una simple pila de botón puede envenenar millones de litros, cómo los residuos industriales o la basura doméstica contaminan acuíferos, y cómo ya hay voces que empiezan a insinuar que el líquido elemento no tiene por qué ser un derecho básico y sí un bien de consumo como cualquier otro. La voracidad del dinero no tiene límites... Medio siglo antes, George Orwell escribió 1984. Una obra futurista –y profética- sobre el autoritarismo que el siglo XX tuvo el mal gusto de corroborar y que, no contentos con ello, ahora vamos por la amarga senda de la reincidencia con una nueva fórmula: el ‘austeritarismo’. Cuando el dinero manda, y lo hace a través de las multinacionales, el ser humano se convierte en moneda de cambio. En cobaya de laboratorio social y, además, sujeto de espectáculo televisivo. Que ya Orwell nos anticipó la fórmula ‘Gran Hermano’ como el amo omnipresente. Prosigue la distorsión y el dinero da otra vuelta de tuerca al ser humano con el fútbol como circo del siglo XXI. Un circo romano en el que los gladiadores mueren durante la construcción de los recintos, como está ocurriendo en Qatar. El último dato, de hace más de un mes, contabilizaba 1.200 obreros muertos en las obras de los estadios para el mundial de fútbol en este emirato de la península arábiga. Un país que, según el informe de Amnistía Internacional de 2011, tiene la pena capital vigente, hay discriminación y violencia contra las mujeres, no se respetan la libertad de expresión ni la de circulación, y se manda a gente a la cárcel sin cargos ni juicio, entre otras lindezas. Pero, claro, tienen dinero, petróleo y van a invertir en fútbol... ¡Fútbol! ¿Quién se resiste?